jueves, 13 de mayo de 2010

Segunda Exposición Martínez López Pedro Kweponi

Teoría de la dependencia
Ruy Mauro Marini

El objetivo de Mauro Marini es abordar las insuficiencias y deformaciones en las relaciones capitalistas latinoamericanas; él piensa el subdesarrollo latinoamericano a partir de su estructura global y su funcionamiento, en contra de lo que podrían argumentar los desarrollistas cuyo principal ícono es la CEPAL (Comisión Económica de las Naciones Unidas), quienes usan como principal argumento ideológico la industrialización sustitutiva de importaciones.
Para Marini Latinoamérica, nunca podrá desarrollarse de la misma forma como se han desarrollado las economías llamadas avanzadas; parte de que tenemos un capitalismo sui generis-poco ortodoxo respecto al desarrollo capitalista europeo, a su estilo-que sólo cobra sentido si lo contemplamos en la perspectiva del sistema en su conjunto, tanto a nivel nacional como, y principalmente a nivel internacional -esto lo valida, tanto en el marco del neoliberalismo como del milagro mexicano-.
Desde Marini no es porque se cometieran abusos que se volvieron débiles las economías latinoamericanas, fue porque eran débiles que se abuso de ellas, en un momento dado el hecho de que produjeran aparentemente demás materias, primas no fue lo que deterioro sus economías, fue el comercio deteriorado el que hizo que produjeran a una escala mayor.
La metodología que Mauro utiliza, es a través de los mecanismos y leyes más esenciales descubiertas por Marx en El Capital, donde expuso el funcionamiento más general o puro del desarrollo del capitalismo; una vez comprendidos estos descubrimientos, Marini pasa a ver cómo se dan en el desarrollo económico latinoamericano; él usa las categorías de Marx como instrumentos de análisis, que se anticipan en su funcionamiento expositivo, al desarrollo de diversos fenómenos económicos.

1. Integración al mercado mundial.

América Latina se desarrolla en estrecha consonancia con la dinámica del capital internacional bajo una estructura definida a partir del siglo XVI; en un principio contribuyendo al aumento de flujos de mercancías y expandiendo los medios de pago -contribuyendo con nuevos territorios, metales- con desarrollo comercial y bancario, que finalmente apuntalaría al sistemas manufacturero y desembocaría en el desarrollo de la gran industria.
Ya en el siglo XIX la Revolución Industrial provocaría con la necesidad de implementar la división internacional del trabajo, la independencia política latinoamericana, al buscar el capital mundial, nuevos espacios independientes de las estructuras sociales antiguas con las cuales interactuar.
La expansión demográfica y administrativa generada en América durante la Colonia, ahora girará en torno al país hegemónico capitalista de ese momento, Inglaterra; la interacción se dará en la producción y exportación de bienes primarios, a cambio de manufacturas de consumo y en los momentos que se agudiza el estancamiento de la balanza comercial, el intercambio se dará a través de deuda.
A partir de entonces se configura la dependencia, como subordinación entre naciones independientes, en donde la producción latinoamericana es recreada y modificada continuamente para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia. Después aparecería en el tiempo otra función, la de contribuir a la formación de un mercado de materias primas industriales, siendo esta función la que perduraría más en el tiempo- esto lo podemos encontrar en las naciones industriales que invirtieron y que ahora despojan bajo la forma de la multinacional, como capitales para la extracción de materias primas, durante el Porfiriato esta expresión se manifestó en la construcción de ferrocarriles, la extracción de petróleo, el financiamiento y las empresas internacionales de los países que propiciaron este desarrollo-.
Sin embargo, Marini nos explica que más allá de lo antes expuesto- el crecimiento cuantitativo- la participación de América Latina en el mercado mundial, contribuirá al desplazamiento del eje de la acumulación de la economía planetaria; dependiendo más del aumento de la capacidad productiva del trabajo, que simplemente de la explotación del trabajador, generándose a la vez una mayor explotación del mismo - propiciará una forma más tecnológica del desarrollo económico-, todo esto con base en la transición de explotación de plusvalía absoluta a plusvalía relativa.
La inserción de América Latina en la economía capitalista responde a las exigencias que plantea en los países industriales, esta figura de explotación del trabajador; para Marini es indispensable entender esta digresión, ya que con esto diferencia el cambio de cualidad entre la situación colonial y la dependencia, ya que aunque exista una continuidad, adhiere un acontecimiento original al carácter progresivo de una situación histórica, la inserción latinoamericana a la formación de la economía mundial capitalista.
Marini deduce que en términos históricos habría sido imposible la aparición de la industria moderna y sus estados hegemónicos; si estos hubieran intentado desarrollarse sobre una base estrictamente nacional; debido principalmente a la necesidad excesiva de disponibilidad de bienes agrícolas, y a la especialización al mismo tiempo de un gran sector de la sociedad en actividades industriales.
Marini no encuentra para ese entonces, la existencia en un grado desarrollado de las fuerzas productivas que provocara el revolucionamiento técnico y la aparición industrial de manera local; la producción agrícola interna hubiera frenado la extremada especialización productiva que la industria demandaba; el fuerte incremento de la clases obrera industrial, no hubiera tenido lugar si estos no hubieran contado con los medios de subsistencia de origen agropecuario, procedentes de América Latina en forma considerable; esto fue lo que permitió profundizar la división del trabajo y especializar a los países industriales como productores mundiales de manufacturas.

2. El intercambio desigual.

La plusvalía relativa se puede entender, como una manera de explotación del trabajo con el que se percibe un salario- aunque el trabajo asalariado tiene otras formas-, sin embargo existe una confusión planteada por Marini que hay que disipar respecto de la plusvalía relativa y la productividad.
Aunque la plusvalía relativa trae consigo un aumento de la productividad, una mayor capacidad productiva del trabajo no asegura de por sí un aumento de la plusvalía relativa; al aumentar la productividad, sólo se puede llegar a crear más productos en el mismo tiempo, pero no más valor.
Se habrá tan sólo acrecentado la masa de productos sin hacer variar su valor de cambio, el valor social de la unidad de producto se reduciría en términos proporcionales al aumento de la productividad del trabajo; lo que determina la cuota de plusvalía no es la productividad del trabajo sino el grado de explotación del mismo- entre la relación de trabajo excedente en la que el obrero produce plusvalía y el tiempo de trabajo necesario (en el que el obrero reproduce el valor de su fuerza de trabajo, lo equivalente a su salario)-.
La reducción de los bienes y mercancías debe de incidir en el salario de los trabajadores; en el tiempo en el que el trabajador vuelve a reponer su desgaste, que está determinado por el grado de desarrollo tecnológico de cada región en que se encuentra el trabajador.
Así la plusvalía relativa está ligada indisolublemente a la desvalorización de los bienes salarios, para lo que concurre en general, pero no forzosamente, la productividad del trabajo, ya que puede haber superexplotación o crisis con caída de la masa de ganancia, y finalmente la plusvalía relativa es efímera y se convierte en plusvalor absoluto cuando se generaliza la relación en todas las ramas de la producción.
Con el crecimiento del a oferta mundial de alimentos de América Latina, Europa confía a esta y al comercio exterior, la atención de sus necesidades de medios de subsistencia; el efecto fue reducir el valor real de la fuerza de trabajo en los países industriales, permitiendo así que el incremento de lo productividad se traduzca allí, en cuotas de plusvalía cada vez más elevadas. A pesar de todo esto, este proceso de apropiación del trabajo tan avanzado, generó sus contradicciones y no detuvo la caída de la tasa de ganancia, aunque redujo el capital variable en la participación económica- los trabajadores-.
Esto sucedió debido a que el capitalista no se apropia, estrictamente hablando, de la plusvalía, sino de la parte de esta que consigue realizarse, de la que se transforma en ganancia, agravándose esta situación porque la cuota de ganancia no se puede fijar solamente con el pago en salarios a los trabajadores, sino sobre el total del capital, que son todos los medios del proceso de producción.
El aumento siempre, bajo cualquier forma de la plusvalía, en términos relativos implica una elevación simultánea del valor constante- maquinaria- empleado para producirla, lo que provoca una baja de la cuota de ganancia debido a esta inversión- esta es principal contradicción del capitalismo-.
Siendo el desarrollo económico en general así, América Latina no sólo alimenta la expansión cuantitativa del desarrollo industrial y tecnológico de Europa y las economías desarrolladas, sino que contribuye a que superen los “escollos” y el carácter contradictorio de la acumulación de capital que crea para su expansión en los países desarrollados, al abaratar con sus productos los medios que hacen posible la producción elevando la cuota de valor en los países avanzados disminuyéndola al interior de las economías en la región centro-sur del continente americano.
Marini desmiente el punto de cómo el abaratamiento de las materias primas en América Latina no fue por aumento de la productividad y de cómo éste no desestimuló, la exportación extranjera de manufacturas por temor a una reducción en los precios. Desecha que la ley de la oferta y la demanda, pueda explicar el aumento expansivo de la oferta mientras se degeneran las relaciones de intercambio; también niega que la interpretación de este fenómeno se pueda dar a partir de un falseamiento en las relaciones mercantiles por presiones diplomáticas de los países desarrollados en el plano internacional.
Este razonamiento, aunque se basa en hechos reales, invierte el orden de los factores y no ve que la utilización de recursos extraeconómicos se posibilita mediante una base económica que está detrás. Por eso no serviría de nada reivindicar las relaciones de comercio, mientras no se cancele el intercambio vía el valor de cambio.
La explicación empieza en la expansión capitalista del mundo, que sienta las bases para una mejor aplicación de la ley del valor, pero que simultáneamente crea todas las condiciones para que jueguen los distintos resortes mediante los cuales el capital trata de burlarla, la vía son mecanismos que permiten las transferencias de valor pasando por encima de los acuerdos comerciales de intercambio como el (TLCAN).
La expresión de esta situación Marini la encuentra al momento de la fijación de los precios de mercado y en la producción de mercancías, en este sentido son dos los mecanismos que operan, en la producción y al momento del juego económico. El primero se acota a las normas económicas establecidas y encontramos que con una mayor productividad del trabajo, una nación puede encontrar precios inferiores en el mercado mundial para sus productos, sin bajar excesivamente el precio de mercado acordado específicamente, llevándose un nivel alto de ganancia.
El segundo mecanismo trata de transgredir estas normas, con él nos adherimos al hecho, de que algunas naciones producen bienes que las demás no pueden crear- permitiendo que estos países eludan la ley del valor vendiendo sus productos más caros- configurando un intercambio desigual. Así los países con creciente productividad y debido a ella, pueden vender más barato y apropiarse de más valor, sin que el precio dé cuenta de esto.
Cuando un país compra en el mercado mundial, cede valor, acentuando la complicación de este intercambio según de la clase de país que se trate. Un país pobre cede más valor vía productividad y ausencia de desarrollo, así como por ausencia de cierto tipo de producción de mercancías. Un país desarrollado gana más valor vía productividad y al hecho de tener en su poder, mercancías que los demás no pueden producir; además hoy encontramos una desigualdad muy marcada en los acuerdos comerciales en donde la venta de mercancías de los países pobres es por debajo de su valor, realizando los países desarrollados al comprar su productos el valor robado dentro de sus propias economías.
Los países latinoamericanos han neutralizado esta situación mediante un mecanismo de compensación, que es la superexplotación del trabajador, el alargamiento y el aumento en intensidad de la jornada laboral; sólo la intensidad contrarresta la deficiencia de menor productividad, ya que permite la apropiación de más valor en el mismo tiempo de trabajo.
Esto explica el margen entre la oferta de materias primas, el precio de mercado y el valor real de la producción, ya que la masa de alimentos aumenta en el mercado mundial a pesar de que en los precios no se recupere el costo de producirlos; entonces la contrapartida del proceso mediante el cual América Latina contribuyó a incrementar la cuota de plusvalía y la de ganancia, en los países desarrollados, implicó para ellos efectos rigurosamente opuestos; y lo que aparecía como un mecanismo de compensación a nivel de mercado, es de hecho un mecanismo que opera a nivel de la producción interna.

3. La superexplotación del trabajo.

América Latina es incapaz de compensar la pérdida de plusvalía en las relaciones de mercado, y la compensa en el plano de la producción interna. Generando una mayor intensidad de trabajo, una mayor explotación del trabajador y abandonando el aumento de la capacidad productiva.
A diferencia de la plusvalía absoluta, se aumenta simplemente el tiempo de trabajo excedente y el salario del trabajador se reduce por debajo del límite necesario para reproducir la fuerza del obrero y que éste siga trabajando; el fondo necesario de consumo del obrero se convierte en un fondo de acumulación de capital.
La superexplotación también la determinan en alguna medida las actividades económicas a las que fue orillada América Latina- la industria extractiva y la agricultura-, en estas actividades el aumento de trabajo sobre los elementos del capital constante, son menos sensibles -se requiere de un nivel bajo de desarrollo tecnológico- siendo posible por la simple acción del hombre sobre la naturaleza, incrementar la riqueza producida por un capital individual.
Se entiende entonces, que la actividad productiva se basa sobre todo en el uso extensivo e intensivo de la fuerza de trabajo, esto permite bajar la organización orgánica del capital a la par de aumentar la explotación del trabajo, generando simultáneamente elevadas cuotas de ganancia y de plusvalía.


4. El ciclo de capital en la economía dependiente.

La circulación de capital .

La reproducción de capital en América Latina, se fundó en la acumulación vía la superexplotación del trabajador -en esta contradicción radica la esencia de la dependencia- pero antes Marini aborda una consideración respecto del ciclo del capital en la naciones más desarrolladas; en donde el capitalista beneficia el consumo productivo del obrero, maquinaria e insumos para el proceso de trabajo, desestimando el consumo individual de este.
Pero al abrirse la fase de realización la contradicción entre el consumo individual y el ciclo del capital desaparece; una vez que dicho consumo, sumado al de los capitalistas y de las capas improductivas en general restablecen al capital la forma que le es necesaria para empezar un nuevo ciclo bajo- la forma dinero-; el consumo de los trabajadores representa, pues, un elemento decisivo en la creación de demanda para las mercancías producidas, siendo una de las condiciones necesarias para que el flujo de la producción se resuelva adecuadamente en el flujo de la circulación.
Tenemos que los dos consumos del obrero se completan en el ciclo del capital, en cambio, la economía de exportación latinoamericana separa la circulación de la producción y los consumos del obrero los efectúa con el mercado externo; el consumo del obrero no interfiere en la realización del producto; aunque si determine la cuota de plusvalía en las empresas donde labora.
La tendencia será explotar las fuerzas del obrero sin preocuparse de crear las condiciones para que éste reponga su desgaste, remplazándole en caso de ser necesario por agotamiento total, por nuevos brazos; lamentablemente este supuesto para América Latina se ha cumplido ampliamente, creando un ciclo de capital que tiende a reproducir en escala ampliada la dependencia en que se encuentra frente a la economía internacional.
Al incrementar de esta forma la tasa de ganancia, el capitalista está creando condiciones de desarrollarla sin contrapartida de consumo en la economía interna, más bien deja esta necesidad al mercado mundial cubriéndolo con importaciones.
América Latina separa el consumo individual fundado en el salario y el consumo individual engendrado en la plusvalía, estratificando el mercado interno y diferenciando la esfera de la circulación; la armonía la establece a nivel del mercado mundial, entre la exportación de materias primas y la importación de bienes manufacturados, cubriendo una dilaceración expresada por la escisión del consumo individual total en dos esferas contrapuestas.


5. El proceso de industrialización.

Marini aquí nos explica que países como México, Argentina, Brasil, nunca se llego a desarrollar una verdadera economía industrial, la industria sigue siendo en estas naciones una actividad subordinada a la producción y exportación de bienes primarios que constituyen el centro vital del proceso de su acumulación.
Este proceso basado en el mercado externo, sólo se ha detenido en el periodo correspondiente a la crisis del periodo de entre guerras de 1929; fue sobre esta base que prosperaron, en la década de 1950, las distintas corrientes llamadas desarrollistas como la CEPAL, que suponían que los problemas económicos y sociales que aquejaban a la formación social latinoamericana se debían a una insuficiencia de su desarrollo capitalista, y que la aceleración de esta bastaría para hacerlos desaparecer, a partir de aquí se definió a los países latinoamericanos como tercermundistas, mistificando las verdaderas razones del subdesarrollo y tergiversando el horizonte de comprensión de una verdadera solución; en este sentido ignoraron que el avance de una nación en el sistema capitalista, implica el retroceso de otra, lo que suscita por parte de la última mecanismos de defensa y mayores conflictos.
También nos explica que América Latina está anclada a esta situación por otra característica de su clase dominante respecto de los bienes suntuarios, ya que en el caso de los países dependientes, esta demanda se restringe sólo a las clases altas, constriñéndose esta situación por la fuerte concentración de la superexplotación del trabajo; esta compresión resulto permanente al estar el consumo del trabajador, dependiente de la relaciones externas, generando una industria débil que sólo se ensanchaba por acontecimientos externos.
La industrialización latinoamericana no crea, por tanto, como en las economías clásicas su propia demanda, sino que nace para cubrir una demanda preexistente, y se estructurará en función de los requerimientos de mercado procedentes de los países avanzados; provocando que el precio nunca actuara en el sentido de un aumento de todas las mercancías a un acceso crecientemente popular, más bien la situación se torno en el sentido de una demanda que supera a la oferta, por lo que al capitalista en esta región del mundo, nunca se le presento la necesidad de crear mercado, sino más bien una situación inversa, monopolizando el uso de los productos más exclusivos para sí.
Los industriales se dedicaron a la producción de bienes que no entran, o entran muy escasamente, en la composición de consumo popular, la producción industrial latinoamericana se hizo independiente de las condiciones propias de los trabajadores en 2 sentidos; el valor de las manufacturas no determinaran el valor de la fuerza de trabajo y la desvalorización de las mercancías no influenciaran la cuota de plusvalía.
Esto persuadió a los industriales de aumentar la productividad y fijar más bien jornadas laborales de superexplotación, sin embargo a cierto nivel de desarrollo de estas economías hubo un momento en que en algunas de estas naciones se llego a igualar a muy grandes rasgos la oferta con la demanda no en el sentido del punto de equilibrio, sino de necesidades industriales y bienes requeridos por la sociedad necesarios para perpetuar el ciclo del capital, para Brasil y Argentina este momento se vivió por 1950.
Fue entonces que surgió la necesidad de generalizar el consumo de manufacturas, lo que corresponde al momento clásico de las economías llamadas avanzadas, en donde los bienes suntuarios debieron convertirse en bienes de consumo popular; pero nunca se consiguió, debido principalmente a que el proceso fue neutralizado por la ampliación de consumo de las clases medias, lo que devino en una transición más bien lenta y difícil, suficiente para generar un mecanismo que a la larga actuará en el sentido de obstaculizar la transición, desviando la solución del problema hacia otro mecanismo, el recurso de la tecnología extranjera para elevar la capacidad productiva del trabajo.

6. El nuevo anillo del espiral.

Para Marini la crisis permanente del sector externo de la región no habría permitido satisfacer la necesidad creciente de elementos de capital, para la constitución constante del mismo, adquiriendo una gran importancia el capital extranjero; bajo financiamiento e inversión en el sector industrial, América Latina encontró en el exterior facilidades de financiamiento no casuales, ya que el avance logrado por el capital a escala mundial pone en manos de las corporaciones imperialistas una abundancia de recursos, que buscan buscar en el exterior aplicación.
El gran desarrollo de los bienes de capital en las economías centrales, llevó a que los equipos allí producidos, siempre más sofisticados, debieran aplicarse en los sectores secundarios de los países periféricos, surge en los países industriales el interés de impulsar el desarrollo industrial en los países tercermundistas, pero para crear mercados para su industria pesada.
Por otro lado, en medida que el progreso técnico redujo en los países centrales el plazo de reposición a la mitad, se planteó la necesidad en ellos de exportar a la periferia equipos y maquinaria que ya eran obsoletos antes de que fueran amortizados totalmente-se integro una nueva capa en la división internacional del trabajo en donde se transfirieron a los países dependientes etapas inferiores de la producción industrial, reservándose a los centros imperialistas las etapas más avanzada -.
El problema se agravo bajo el pretexto de que una mayor inversión de maquinaria producía expulsión de manos en el proceso productivo, aunque cierto, esta dificultad sólo se supera al momento de superar la relación social capitalista, sin embargo se opto por incorporar tecnología que incorporara más fuerza de trabajo, con el supuesto objeto de defender los niveles de empleo, representado un doble engaño; preconizando un menor desarrollo tecnológico y confundiendo los efectos capitalistas, con los de la modernidad de la técnica en si.






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